“La vida es como para vivirla a medias…”. Cuando voy caminando por la ciudad suelo ir alternando la mirada; unos días miro hacia arriba, escudriñando el cielo para poder saludar a las musas, que tan esquivas me son; otros días miro hacia abajo, como midiendo el suelo que me queda por andar. Ese día contaba los pasos y en medio de la acera me topé con esa frase pintada. Me detuve, dejé de contar , empecé a sonreír… e inmediatamente volví a mirar hacia arriba.
Cuando era joven recuerdo que la máxima expresión de mi felicidad era un beso. Ese pequeño gesto era el gran anhelo por el que merecía la pena levantarse y saludar a la mañana, para buscar el momento de encontrar esa perfecta comunión de dos cuerpos jóvenes e inexpertos que empiezan a rozarse y descubrirse. Era la mejor sensación de la vida y aún tenía la ropa puesta. Hoy ya he crecido, he descubierto algunas otras cosas de la vida que merecen y mucho la pena –afortunadamente-, y aunque me cuesta más saludar a la mañana, todo hay que decirlo, aún sigo pensando que en este regalo que llamamos vida y que se nos escapa entre los dedos de forma cotidiana 24 horas al día. No pienso permitirme dar un beso a medias…