Es un pueblo con mar, de esos que permanecen ausentes en un tiempo que no les pertenece. Grandes moles habitables vacías, mudas, que parece que esperan que las grandes urbes se repartan los días de vacaciones. Sólo rompen la monotonía del lugar paseantes de avanzada edad que recorren el paseo marítimo con calma cada mañana, como haciendo un repaso mental de sus vidas. Rezuman tranquilidad, la tranquilidad de quienes tienen ya todo hecho. Me cruzo con ellos y descifro cierta nostalgia en su rostro.
Pero de entre toda la gente con la que me voy encontrando, mis ojos cruzan la mirada con una joven adolescente que se pierde entre los brazos de su pareja. Su cara es distinta de las que he visto hasta ahora. Ella tiene la energía y la suficiencia de quien cree tener toda la vida por delante… Me recuerda a mi cuando era joven. Cuando era más joven.
Al pasar a su lado siento que su respiración es tan fuerte que puede hacer que se rompa el aire. Yo me voy alejando y a cada paso, me inspiro en la mirada de esa chica. Cojo aire llenando mis pulmones hasta no poder más, abro los brazos, los ojos y exhalo de mi cuerpo grandes dosis de esperanza. Cada día pienso abrazar y besar la vida tan fuerte como para no dejar que por mi piel se escape un hálito de su sabor.