Oigo el chasquido. Lo tenía entre mis manos y lo vi caer. Todo estaba en su justo equilibrio hasta que mis dedos flaquearon. No pude evitar el golpe y millones de trozos estallaron contra el suelo. Es increíble como un segundo puede trastocarte toda la vida. Un fatídico segundo puede hacerte abandonar la senda de la tranquilidad y el sosiego y sumirte en el más absoluto de los caos. Pero siempre soy capaz de recomponer los trozos. Era muy bueno haciendo puzzles.
Me encuentro sentado entre la sonrisa que ilumina la vida y la luz que indica que ha llegado el verano. Yo trato de no hacer sombra. Soy la fina línea color indefinido que separa esas dos fuerzas complementarias que son el Ying y el Yang. Pero entre ellas sonrío.
Debatimos sobre la cartomancia, tratando de no mercantilizar demasiado los sueños. Aunque la vida tiene un precio. El sabor cítrico de nuestras bebidas veraniegas nos refresca el paladar y nos dilata las pupilas. Vemos el futuro de un amarillo intenso. Y aunque la incertidumbre nos golpea, nada es tan poderoso como nuestra voluntad.
Coged las gafas de sol y pintaos la raya. Hoy amanecemos en Chueca.