¿Alguna vez te has preguntado qué es lo que más echarías de menos?
Digo si lo has pensado de verdad. Si te has planteado viviendo uno de esos momentos críticos en los que tienes revisar lo que ha sido tu vida porque sientes que se te puede escapar. ¿Tienes clara la respuesta?
Para mí el verano se acaba siempre el segundo sábado de septiembre. Desde que tengo uso de razón. Y no es porque tuviera que volver al colegio o empezar a trabajar. Era porque me alejaba, dejaba atrás algo que sabía no se iba a volver a repetir, que no iba a suceder más. Dejaba atrás una parte de mí que no iba a recuperar, que echaría de menos y que no dejaría de doler el resto de mi vida.
La distancia es una herida abierta que sólo se cura mediante un abrazo. Afortunadamente hay brazos esperándonos para recogernos también aquí, en el lugar en el que vivimos nuestra cotidianidad. Abrazos y besos que ayudan a superar la nostalgia del fin del verano, momentos de reencuentro con la vida real, abrazos aún más cálidos porque en la calle hace más frío, aunque aún nos parezca lejos, con más ganas por estar más cerca… Bienvenido otoño.